Muere lentamente quien se transforma en esclavo del hábito, repitiendo todos los días los mismos trayectos, quien no cambia de marca, no arriesga vestir un color nuevo y no le habla a quien no conoce.
Muere lentamente quien evita una pasión, quien prefiere el negro sobre blanco y los puntos sobre las "íes" a un remolino de emociones, justamente las que rescatan el brillo de los ojos, sonrisas de los bostezos, corazones a los tropiezos y sentimientos.
Muere lentamente quien no voltea la mesa cuando está infeliz en el trabajo, quien no arriesga lo cierto por lo incierto para ir detrás de un sueño, quien no se permite por lo menos una vez en la vida, huir de los consejos sensatos.
Muere lentamente quien no viaja, quien no lee, quien no oye música, quien no encuentra gracia en sí mismo.
Muere lentamente quien destruye su amor propio, quien no se deja ayudar.
Muere lentamente, quien pasa los días quejándose de su mala suerte o de la lluvia incesante.
Muere lentamente, quien abandona un proyecto antes de iniciarlo, no preguntando de un asunto que desconoce o no respondiendo cuando le indagan sobre algo que sabe.
Evitemos la muerte en suaves cuotas, recordando siempre que estar vivo exige un esfuerzo mucho mayor que el simple hecho de respirar.
Solamente la ardiente paciencia hará que conquistemos una espléndida felicidad.
Alturas de Machu Picchu XII - Pablo Neruda
(Recitado por Ruben Blades: aquí)
Sube a nacer conmigo, hermano.
Dame la mano desde la profunda
zona de tu dolor diseminado.
No volverás del fondo de las rocas.
No volverás del tiempo subterráneo.
No volverá tu voz endurecida.
No volverán tus ojos taladrados.
Mírame desde el fondo de la tierra,
labrador, tejedor, pastor callado:
domador de guanacos tutelares:
albañil del andamio desafiado:
aguador de las lágrimas andinas:
joyero de los dedos machacados:
agricultor temblando en la semilla:
alfarero en tu greda derramado:
traed a la copa de esta nueva vida
vuestros viejos dolores enterrados.
Mostradme vuestra sangre y vuestro surco,
decidme: aquí fui castigado,
porque la joya no brilló o la tierra
no entregó a tiempo la piedra o el grano:
señaladme la piedra en que caísteis
y la madera en que os crucificaron,
encendedme los viejos pedernales,
las viejas lámparas, los látigos pegados
a través de los siglos en las llagas
y las hachas de brillo ensangrentado.
Yo vengo a hablar por vuestra boca muerta.
A través de la tierra juntad todos
los silenciosos labios derramados
y desde el fondo habladme toda esta larga noche
como si yo estuviera con vosotros anclado,
contadme todo, cadena a cadena,
eslabón a eslabón, y paso a paso,
afilad los cuchillos que guardasteis,
ponedlos en mi pecho y en mi mano,
como un río de rayos amarillos,
como un río de tigres enterrados,
y dejadme llorar, horas, días, años,
edades ciegas, siglos estelares.
Dadme el silencio, el agua, la esperanza.
Dadme la lucha, el hierro, los volcanes.
Hablad por mis palabras y mi sangre.
A callarse - Pablo Neruda
(Recitado por Ismael Serrano: aquí)
Ahora contaremos doce
y nos quedamos todos quietos.
Por una vez sobre la tierra
no hablemos en ningún idioma,
por un segundo detengámonos,
no movamos tanto los brazos.
Sería un minuto fragante,
sin prisa, sin locomotoras,
todos estaríamos juntos
en un inquietud instantánea.
Los pescadores del mar frío
no harían daño a las ballenas
y el trabajador de la sal
miraría sus manos rotas.
Los que preparan guerras verdes,
guerras de gas, guerras de fuego,
victorias sin sobrevivientes,
se pondrían un traje puro
y andarían con sus hermanos
por la sombra, sin hacer nada.
No se confunda lo que quiero
con la inacción definitiva:
la vida es sólo lo que se hace,
no quiero nada con la muerte.
Si no pudimos ser unánimes
moviendo tanto nuestras vidas,
tal vez no hacer nada una vez,
tal vez un gran silencio pueda
interrumpir esta tristeza,
este no entendernos jamás
y amenazarnos con la muerte,
tal vez la tierra nos enseñe
cuando todo parece muerto
y luego todo estaba vivo.
Ahora contaré hasta doce
y tú te callas y me voy.
Henos ante ti, Creador de la vida los que quisieron apartarse la vida antes de tiempo.
Si la tierra fuese patria, nosotros fuimos los desertores y los expatriados de la tierra.
Si el mundo fue cárcel fuimos los evadidos y fugitivos de aquella cárcel.
Si el cuerpo fue vestido y estorbo del alma nosotros arrojamos aquella vestimenta destrozada y sucia impacientes por recobrar la desnudez del alma liberada.
Los hombres, aquellos mismos hombres que con frecuencia nos empujaron con su crueldad a nuestra desesperada resolución nos llamaron libres, pero tu eres Dios y no mides a tus hijos con los desconfiables metros de los hombres, y estamos ciertos de que ves y sabes de que horno de dolores salió la chispa de nuestra culpa, nos acusaron de haber rechazado la vida, pero nosotros no habíamos rehusado la vida, tu bien sabes Señor que lo nuestro no fue repulsión de la vida, hemos rechazado un resto de vida que ya no podía llamarse vida un despojo de vida más espantoso que la misma muerte.
Hemos rechazado el atroz desgaste y suplicio de la carne, la injusticia de una inminente condena, la infamia de una deshonra no siempre merecida, la amenaza de una esclavitud que no protegía otro camino de rescate, la pérdida y la ausencia de lo que era para nosotros la primera razón de la vida, y hubo quien se dio muerte para expiar una culpa no conocida o no castigada por los hombres.
No hemos rechazado la vida, solo hemos renunciado a suplicios y vergüenzas que eran negación y destrucción de la misma esencia de la vida.
En todos los seres por disposición tuya existía el horror a acabamiento, si aquel horror fue superado por nosotros es señal de que el escalofrío de la vida era aun más violento que el escalofrío de la muerte.
¿Si la vida era don podía llamarse aun don cuando se había convertido en tinieblas sin claridad, martirio sin revisión?
Tu nos habías concedido aquel don pero habías pronunciado también al mismo tiempo la sentencia de nuestra muerte, la vida era así un don pero también una deuda, una deuda no buscada ni querida que solo se podía extinguir con la muerte. El que aceptaba la vida tenía que aceptar juntamente la muerte, el fin voluntario hubiese sido verdadera culpa sólo en un pueblo de criaturas inmortales, pero ¿fue verdaderamente pecado el haberte puesto algunos momentos antes de su hora un cedazo ya roto y estropeado destinado de todas formas a caer? ¿y fue verdadera vileza el haber afrontado por propio querer los misterios y tesoros de la segunda vida?
No todos entre nosotros pensaban que fuese una sola la vida, los más habían por el contrario que habrían de encontrar más allá del umbral un juicio irrevocable que lo humano, tu sabes también que no están aquí entre nosotros todos aquellos que aceptaron una muerte libre y voluntaria, tu recuerdas aquellos héroes que por la salvación de su pueblo se lanzaron concientemente a la vorágine y a las llamas en lo más cerrado de la batalla o en las propias manos de los asesinos. Sócrates podía huir y no quiso, Jesús mismo podía sustraerse a la cruz y no quiso, sino suicidas según la letra, ¿no fueron más suicidas aun según el espíritu? Allá en la tierra no había frecuentemente otra elección, matarse o hacerse matar; no había libertad, verdad, felicidad que no se pagase con la sangre, y los más grandes ofrecieron voluntariamente su propia sangre como garantía, como resarcimiento de los supervivientes. Todos los hombres fueron víctimas o suicidas y muchos asesinados no fueron más que suicidas por mano ajena.
¿Que sentido tendría tu misma redención sino hubiese sido una muerte deseada, buscada y querida?
Solo en Ti confiamos ahora para no ser entregados a una vida más horrenda que aquella de la que huimos, recuperación del cuerpo de aquel cuerpo que concluimos apresuradamente al fango terrestre como una cubierta insoportable, es ya para nosotros humillación y mortificación. No seas más despiadado con nosotros de lo despiadados que en otro tiempo fueron nuestra vida y nuestra voluntad, escucha nuestros gemidos y no recuerdes nuestros errores, ningún resucitado podrá cantar el cántico de la eternidad con voz más fuerte y alegre que la nuestra, con nuestra voz excitante de exiliados devueltos a la tierra.
La gente que me gusta - Mario Benedetti
Me gusta la gente que vibra, que no hay que empujarla, que no hay que decirle que haga las cosas, sino que sabe lo que hay que hacer y que lo hace. La gente que cultiva sus sueños hasta que esos sueños se apoderan de su propia realidad. Me gusta la gente con capacidad para asumir las consecuencias de sus acciones, la gente que arriesga lo cierto por lo incierto para ir detrás de un sueño, quien se permite huir de los consejos sensatos.
Me gusta la gente capaz de criticarme constructivamente y de frente, pero sin lastimarme ni herirme. La gente que tiene tacto.
Me gusta la gente que posee sentido de la justicia.
A estos los llamo mis amigos.
Me gusta la gente que con su energía, contagia.
Me gusta la gente sincera y franca, capaz de oponerse con argumentos razonables a las decisiones de cualquiera.
Me gusta la gente fiel y persistente, que no desfallece cuando de alcanzar objetivos e ideas se trata.
Me gusta la gente de criterio, la que no se avergüenza en reconocer que se equivocó o que no sabe algo. La gente que, al aceptar sus errores, se esfuerza genuinamente por no volver a cometerlos.
La gente que lucha contra adversidades.
Me gusta la gente que busca soluciones.
Con gente como ésa, me comprometo para lo que sea por el resto de mi vida, ya que por tenerlos junto a mí, me doy por bien retribuido.
¿Vivire mañana? - Carlos fuentes (1928-2012)
¿Viviré mañana? No lo se decir
Pero no me iré de aquí sin resistencia
Esta recámara es mi núcleo
Pensar bajo las cobijas es mi fuga
Con los ojos cerrados,
Para escuchar un miedo escondido en el silencio,
Mi miedo que al romperse se vuelve
El desconocido mal.
Sea bienvenido el misterio
Pero mi reacción , desconocida también
También por ello me aterra
Entonces mi temor no tiene tiempo
De pensar su propio terror
Y la belleza me embarga toda entera
No existe lo predecible
Y este es el temor mayor
Oculto mis cosas
No por el miedo sino por el rechazo
De quienes piensan a medias
“La ignorancia liberara”
Quiero verte
En la misma posición, sacudida en llanto,
Despojada por sólo una semana mas
De tus débiles apoyos
“Cada hombre mata lo que mas quiere”
Cada mujer se dejara amar
Hasta la muerte
¿Cuál es el amor hasta la muerte?
¿Es solo un peregrino
de todas las semejanzas?.
Autobiografía - Amado Nervo (1870-1919)
¿Versos autobiográficos ? Ahí están mis canciones,
allí están mis poemas: yo, como las naciones
venturosas, y a ejemplo de la mujer honrada,
no tengo historia: nunca me ha sucedido nada,
¡oh, noble amiga ignota!, que pudiera contarte.
Allá en mis años mozos adiviné del Arte
la armonía y el ritmo, caros al musageta,
y, pudiendo ser rico, preferí ser poeta.
-¿Y después?
-He sufrido, como todos, y he amado.
¿Mucho?
-Lo suficiente para ser perdonado...
Vida... estamos en paz- Amado Nervo
"Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;
porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitectode mi propio destino;
que si extraje la miel o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales, coseché siempre rosas.
...Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!
Hallé sin duda largas noches de mis penas;
mas no me prometiste tú sólo noches buenas;
y en cambio tuve algunas santamente serenas...
Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!"
La Marioneta-Gabriel García Márquez (1927 - )
Si por un instante Dios se olvidara de que soy
una marioneta de trapo y me regalara un trozo de vida,
posiblemente no diría todo lo que pienso,
pero en definitiva pensaría todo lo que digo.
Daría valor a las cosas, no por lo que valen,
sino por lo que significan.
Dormiría poco, soñaría más, entiendo que por cada
minuto que cerramos los ojos, perdemos sesenta
segundos de luz. Andaría cuando los demás se detienen,
Despertaría cuando los demás duermen.
Escucharía cuando los demás hablan, y cómo disfrutaría
de un buen helado de chocolate.
Si Dios me obsequiara un trozo de vida,
Vestiría sencillo, me tiraría de bruces al sol, dejando
descubierto, no solamente mi cuerpo sino mi alma.
Dios mío, si yo tuviera un corazón, escribiría mi
odio sobre hielo, y esperaría a que saliera el sol.
Pintaría con un sueño de Van Gogh sobre las
estrellas un poema de Benedetti, y una canción de
Serrat sería la serenata que les ofrecería a la luna.
Regaría con lágrimas las rosas, para sentir el dolor de
sus espinas, y el encarnado beso de sus pétalo...
Dios mío, si yo tuviera un trozo de vida...
No dejaría pasar un solo día sin decirle a la gente
que quiero, que la quiero. Convencería a cada mujer u
hombre de que son mis favoritos y viviría enamorado del amor.
A los hombres les probaría cuán equivocados están, al pensar
que dejan de enamorarse cuando envejecen, sin saber que envejecen
cuando dejan de enamorarse. A un niño le daría alas, pero le dejaría
que él solo aprendiese a volar. A los viejos les enseñaría que
la muerte no llega con la vejez sino con el olvido.
Tantas cosas he aprendido de ustedes, los hombres
He aprendido que todo el mundo quiere vivir en
la cima de la montaña, Sin saber que la verdadera felicidad está en
la forma de subir la escarpada.
He aprendido que cuando un recién nacido aprieta con su pequeño
puño, por vez primera, el dedo de su padre, lo tiene atrapado por siempre.
He aprendido que un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo,
cuando ha de ayudarle a levantarse. Son tantas cosas las que he podido
aprender de ustedes, pero realmente de mucho no habrán de servir,
porque cuando me guarden dentro de esa maleta,
infelizmente me estaré muriendo.

Caminante no hay camino - Antonio Machado (1875-1939)
Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.
Quien va allí- Walt Whitman (1819-1892)
¿Quién va allí?
Grosero, hambriento, místico, desnudo... ¡quién es aquél?
¿No es extraño que yo saque mis fuerzas de la carne del buey?
Pero ¿qué es el hombre en realidad?
¿Qué soy yo?
¿Qué eres tú?
Cuanto yo señale como mío,
Debes tú señalarlo como tuyo,
Porque si no pierdes el tiempo escuchando mis palabras.
Cuando el tiempo pasa vacío y la tierra no es mas que cieno y
podredumbre,
no me puedo para a llorar.
Los gemidos y las plegarias adobadas con polvo para los inválidos;
y la conformidad para los parientes lejanos.
Yo no me someto.
Dentro y fuera de mi casa me pongo el sombrero como de da la gana.
¿Por qué he de rezar?
¿Por qué he de inclinarme y suplicar?
Después de escudriñar en los estratos,
después de consultar a los sabios,
de analizar y precisar
y de calcular atentamente,
he visto que lo mejor de mi ser está agarrado de mis huesos.
Soy fuerte y sano.
Por mi fluyen sin cesar todas las cosas del universo.
Todo se ha escrito para mi.
y yo tengo que descifrar el significado oculto de las escrituras.
Soy inmortal.
Sé que la órbita que escribo no puede medirse con el compás de un
carpintero,
y que no desapareceré como el círculo de fuego que traza un niño en la
noche con un carbón encendido.
Soy sagrado.
Y no torturo mi espíritu ni para defenderme ni para que me comprendan.
Las leyes elementales no piden perdón.
(Y, después de todo, no soy mas orgulloso que los cimientos desde los
cuales se levanta mi casa.)
Así como soy existo. ¡Miradme!
Esto es bastante.
Si nadie me ve, no me importa,
y si todos me ven, no me importa tampoco.
Un mundo me ve,
el mas grande de todos los mundos: Yo.
Si llego a mi destino ahora mismo,
lo aceptaré con alegría,
y si no llego hasta que transcurran diez millones de siglos, esperaré...
esperaré alegremente también.
Mi pie está empotrado y enraizado sobre granito
y me río de lo que tu llamas disolución
por que conozco la amplitud del tiempo
No te detengas- Walt Whitman
No dejes que termine el día sin haber crecido un poco,
sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.
No te dejes vencer por el desaliento.
No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte,
que es casi un deber.
No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario.
No dejes de creer que las palabras y las poesías
sí pueden cambiar el mundo.
Pase lo que pase nuestra esencia está intacta.
Somos seres llenos de pasión.
La vida es desierto y oasis.
Nos derriba, nos lastima,
nos enseña,
nos convierte en protagonistas
de nuestra propia historia.
Aunque el viento sople en contra,
la poderosa obra continúa:
Tu puedes aportar una estrofa.
No dejes nunca de soñar,
porque en sueños es libre el hombre.
No caigas en el peor de los errores:
el silencio.
La mayoría vive en un silencio espantoso.
No te resignes.
Huye.
"Emito mis alaridos por los techos de este mundo",
dice el poeta.
Valora la belleza de las cosas simples.
Se puede hacer bella poesía sobre pequeñas cosas,
pero no podemos remar en contra de nosotros mismos.
Eso transforma la vida en un infierno.
Disfruta del pánico que te provoca
tener la vida por delante.
Vívela intensamente,
sin mediocridad.
Piensa que en ti está el futuro
y encara la tarea con orgullo y sin miedo.
Aprende de quienes puedan enseñarte.
Las experiencias de quienes nos precedieron
de nuestros "poetas muertos",
te ayudan a caminar por la vida
La sociedad de hoy somos nosotros:
Los "poetas vivos".
No permitas que la vida te pase a ti sin que la vivas ...
Una hoja de hierba - Walt Whitman
(Recitada por Joan Manuel Serrat: aquí)
Creo que una hoja de hierba, no es menos
que el día de trabajo de las estrellas,
y que una hormiga es perfecta,
y un grano de arena,
y el huevo del régulo,
son igualmente perfectos,
y que la rana es una obra maestra,
digna de los señalados,
y que la zarzamora podría adornar,
los salones del paraíso,
y que la articulación más pequeña de mi mano,
avergüenza a las máquinas,
y que la vaca que pasta, con su cabeza gacha,
supera todas las estatuas,
y que un ratón es milagro suficiente,
como para hacer dudar,
a seis trillones de infieles.
Descubro que en mí,
se incorporaron, el gneiss y el carbón,
el musgo de largos filamentos, frutas, granos y raíces.
Que estoy estucado totalmente
con los cuadrúpedos y los pájaros,
que hubo motivos para lo que he dejado allá lejos
y que puedo hacerlo volver atrás,
y hacia mí, cuando quiera.
Es vano acelerar la vergüenza,
es vano que las plutónicas rocas,
me envíen su calor al acercarme,
es vano que el mastodonte se retrase,
y se oculte detrás del polvo de sus huesos,
es vano que se alejen los objetos muchas leguas
y asuman formas multitudinales,
es vano que el océano esculpa calaveras
y se oculten en ellas los monstruos marinos,
es vano que el aguilucho
use de morada el cielo,
es vano que la serpiente se deslice
entre lianas y troncos,
es vano que el reno huya
refugiándose en lo recóndito del bosque,
es vano que las morsas se dirijan al norte
al Labrador.
Yo les sigo velozmente, yo asciendo hasta el nido
en la fisura del peñasco.
Contra la seducción – Bertolt Brecht (1898- 1956).
No se dejen seducir
que después no habrá retorno.
El gran día se avecina,
el viento trae la noticia:
ya no habrá otro amanecer.
No se dejen engañar
que la vida no es poca cosa.
Bébanla a grandes tragos:
que no quedarán hartos
cuando la tengan que dejar.
¡No se dejen conformar!
El tiempo no les va a sobrar.
¡Que se pudran los redimidos!
Vivir aquí es decisivo:
Nadie dispone de más.
¡No se dejen seducir!
No admitan la explotación.
¿Qué miedo los va a conmover?
Morirán como las bestias.
¡Y después no hay nada más!
¡¡¡La vida es lo más grande!!!:
perderla es perder todo
Elegía a “Desquite” - Gonzalo Arango (1931- 1976)
Sí, nada más que una rosa, pero de sangre. Y bien roja como a él le gustaba: roja, liberal y asesina. Porque él era un malhechor, un poeta de la muerte. Hacía del crimen una de las más bellas artes. Mataba, se desquitaba, lo mataron. Se llamaba “Desquite”. De tanto huir había olvidado su verdadero nombre. O de tanto matar había terminado por odiarlo.
Lo mataron porque era un bandido y tenía que morir. Merecía morir sin duda, pero no más que los bandidos del poder.
Al ver en los diarios su cadáver acribillado, uno descubría en su rostro cierta decencia, una autenticidad, la del perfecto bandido: flaco, nervioso, alucinado, un místico del terror. O sea, la dignidad de un bandolero que no quería ser sino eso: bandolero. Pero lo era con toda el alma, con toda la ferocidad de su alma enigmática, de su satanismo devastador.
Con un ideal, esa fuerza tenebrosa invertida en el crimen, se habría podido encarnar en un líder al estilo Bolívar, Zapata, o Fidel Castro.
Sin ningún ideal, no pudo ser sino un asesino que mataba por matar. Pero este bandido tenía cara de no serlo. Quiero decir, había un hálito de pulcritud en su cadáver, de limpieza. No dudo que tal vez bajo otro cielo que no fuera el siniestro cielo de su patria, este bandolero habría podido ser un misionero, o un auténtico revolucionario.
Siempre me pareció trágico el destino de ciertos hombres que equivocaron su camino, que perdieron la posibilidad de dirigir la Historia, o su propio Destino.
“Desquite” era uno de esos: era uno de los colombianos que más valía: 160 mil pesos. Otros no se venden tan caro, se entregan por un voto. “Desquite” no se vendió. Lo que valía lo pagaron después de muerto, al delator. Esa fiera no cabía en ninguna jaula. Su odio era irracional, ateo, fiero, y como una fiera tenía que morir: acorralado.
Aún después de muerto, los soldados temieron acercársele por miedo a su fantasma. Su leyenda roja lo había hecho temible, invencible.
No me interesa la versión que de este hombre dieron los comandos militares. Lo que me interesa de él es la imagen que hay detrás del espejo, la que yacía oculta en el fondo oscuro y enigmático de su biología.
¿Quién era en verdad?
Su filosofía, por llamarla así, eran la violencia y la muerte. Me habría gustado preguntarle en qué escuela se la enseñaron. El habría dicho: Yo no tuve escuela, la aprendí en la violencia, a los 17 años. Allá hice mis primeras letras, mejor dicho, mis primeras armas.
Con razón... Se había hecho guerrillero siendo casi un niño. No para matar sino para que no lo mataran, para defender su derecho a vivir, que, en su tiempo, era la única causa que quedaba por defender en Colombia: la vida.
En adelante, este hombre, o mejor, este niño, no tendrá más ley que el asesinato. Su patria, su gobierno, lo despojan, lo vuelven asesino, le dan una sicología de asesino. Seguirá matando hasta el fin porque es lo único que sabe: matar para vivir (no vivir para matar). Sólo le enseñaron esta lección amarga y mortal, y la hará una filosofía aplicable a todos los actos de su existencia. El terror ha devenido su naturaleza, y todos sabemos que no es fácil luchar contra el Destino. El crimen fue su conocimiento, en adelante sólo podrá pensar en términos de sangre.
Yo, un poeta, en las mismas circunstancias de opresión, miseria, miedo y persecución, también habría sido bandolero. Creo que hoy me llamaría “General Exterminio”.
Por eso le hago esta elegía a “Desquite”, porque con las mismas posibilidades que yo tuve, él se habría podido llamar Gonzalo Arango, y ser un poeta con la dignidad que confiere Rimbaud a la poesía: la mano que maneja la pluma vale tanto como la que conduce el arado. Pero la vida es a veces asesina.
¿Estoy contento de que lo hayan matado?
Sí.
Y también estoy muy triste.
Porque vivió la vida que no merecía, porque vivió muriendo, errante y aterrado, despreciándolo todo y despreciándose a sí mismo, pues no hay crimen más grande que el desprecio a uno mismo.
Dentro de su extraña y delictiva filosofía, este hombre no reconocía más culpa, ni más remordimiento que el de dejarse matar por su enemigo: toda la sociedad.
¿Tendrá alguna relación con él aquello de que la libertad es el terror?
Un poco sí. Pero, ¿era culpable realmente? Sí, porque era libre de elegir el asesinato y lo eligió. Pero también era inocente en la medida en que el asesinato lo eligió a él.
Por eso, en uno de los ocho agujeros que abalearon el cuerpo del bandido, deposito mi rosa de sangre. Uno de esos disparos mató a un inocente que no tuvo la posibilidad de serlo. Los otros siete mataron al asesino que fue.
¿Qué le dirá a Dios este bandido?
Nada que Dios no sepa: que los hombres no matan porque nacieron asesinos, sino que son asesinos porque la sociedad en que nacieron les negó el derecho a ser hombres.
Menos mal que Desquite no irá al Infierno, pues él ya pagó sus culpas en el infierno sin esperanzas de su patria.
Pero tampoco irá al Cielo porque su ideal de salvación fue inhumano, y descargó sus odios eligiendo las víctimas entre inocentes.
Entonces, ¿adónde irá Desquite?
Pues a la tierra que manchó con su sangre y la de sus víctimas. La tierra, que no es vengativa, lo cubrirá de cieno, silencio y olvido.
Los campesinos y los pájaros podrán ahora dormir sin zozobra. El hombre que erraba por las montañas como un condenado, ya no existe.
Los soldados que lo mataron en cumplimiento del deber le capturaron su arma en cuya culata se leía una inscripción grabada con filo de puñal. Sólo decía: “Esta es mi vida”.
Nunca la vida fue tan mortal para un hombre.
Yo pregunto sobre su tumba cavada en la montaña: ¿no habrá manera de que Colombia, en vez de matar a sus hijos, los haga dignos de vivir?
Si Colombia no puede responder a esta pregunta, entonces profetizo una desgracia: Desquite resucitará, y la tierra se volverá a regar de sangre, dolor y lágrimas.

y alguien cierra sus ojos para dormir, para soñar o simplemente para no ver su realidad.
Alguien espera en una esquina y alguien camina sin rumbo calle abajo,
una pareja discuten y un ejecutivo corre hacia su puesto de trabajo.
En este mismo instante alguien se besa bajo la tenue luz de una farola,
alguien mata y guarda su pistola,
una mujer enciende su gramola y aquella antigua canción no la hace sentir tan sola,
un anciano un anciano dice hola y un recién nacido dice adiós, hasta nunca, o hasta siempre,
mientras alguien de repente siente que una vida crece dentro de su vientre,
una chica despide de su novio en un andén, mientras se sube a ese tren que acelera trepidante,
alguien distante bucea en vasos de vodka, uno tras otro y otro y otro y ya van doce,
una niña se mira a un espejo y apenas se reconoce,
un marido se corre en la boca de una mujer que no conoce.
En este mismo instante un estudiante cierra un libro,
y sabe que lo aprendido le hace ser más sabio y también más confundido,
una mirada se cruza entre dos desconocidos,
que si se hubieran conocido serian el uno para el otro,
alguien vende su cuerpo y alguien compra medicamentos para perder parte de él.
En este mismo instante un chico rico se mete un pico para sentirse a salvo
y un chico pobre se mete en un equipo para ser como Cristiano Ronaldo,
alguien haya resguardo en el sueldo de un trabajo fijo y alguien en un crucifijo
y alguien en el cobijo de un cartón que sirve de escondrijo.
En este mismo instante un hijo ejemplar es feliz comiendo regaliz
y una madre sabe que su amor no será barniz, ante otra cicatriz de su hijo problemático.
En este mismo instante alguien abre un regalo y alguien un bote de barbitúricos,
alguien abre su mente y alguien sus piernas,
alguien dice no me dejes nunca y alguien dice no quiero que vuelvas.
En este mismo instante alguien da un abrazo y alguien un puñetazo,
alguien está sintiendo los ojos del rechazo por ser demasiado obscuro inteligente o gordo o afeminado
alguien anda abandonado con la mente perdida y alguien se siente perdidamente enamorado
En este mismo instante un presidiario charla consigo mismo tan solitario,
una familia numerosa se sienta a cenar y lo único que se oye es el telediario.
En este mismo instante alguien está viviendo su más mágica experiencia
y alguien sube a una ambulancia de camino a urgencias,
alguien está dando clase, alguien tumbos, alguien está dando las gracias
y alguien gritos de socorro.
En este mismo instante una pareja folla apasionadamente
y un ejecutivo sale de su puesto de trabajo,
alguien sigue esperando en esa esquina y alguien camina sin rumbo calle arriba
En este mismo instante alguien se despierta y alguien cierra sus ojos.
En la ciudad.
Muere lentamente - Martha Medeiros
Muere lentamente
quien se transforma en esclavo del hábito,
repitiendo todos los días los mismos trayectos,
quien no cambia de marca.
No arriesga vestir un color nuevo y no le habla a quien no conoce.
Muere lentamente
quien hace de la televisión su gurú.
Muere lentamente
quien evita una pasión,
quien prefiere el negro sobre blanco
y los puntos sobre las “íes” a un remolino de emociones,
justamente las que rescatan el brillo de los ojos,
sonrisas de los bostezos,
corazones a los tropiezos y sentimientos.
Muere lentamente
quien no voltea la mesa cuando está infeliz en el trabajo,
quien no arriesga lo cierto por lo incierto para ir detrás de un sueño,
quien no se permite por lo menos una vez en la vida,
huir de los consejos sensatos.
Muere lentamente
quien no viaja,
quien no lee,
quien no oye música,
quien no encuentra gracia en si mismo.
Muere lentamente
quien destruye su amor propio,
quien no se deja ayudar.
Muere lentamente,
quien pasa los días quejándose de su mala suerte
o de la lluvia incesante.
Muere lentamente,
quien abandona un proyecto antes de iniciarlo,
no preguntando de un asunto que desconoce
o no respondiendo cuando le indagan sobre algo que sabe.
Evitemos la muerte en suaves cuotas,
recordando siempre que estar vivo exige un esfuerzo mucho mayor
que el simple hecho de respirar.
Solamente la ardiente paciencia hará que conquistemos
una espléndida felicidad.
Instantes - Nadine Stair
Si pudiera vivir nuevamente mi vida,
en la próxima trataría de cometer más errores.
No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más.
Sería más tonto de lo que he sido,
de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad.
Sería menos higiénico.
Correría más riesgos,
haría más viajes,
contemplaría más atardeceres,
subiría más montañas, nadaría más ríos.
Iría a más lugares adonde nunca he ido,
comería más helados y menos habas,
tendría más problemas reales y menos imaginarios.
Yo fui una de esas personas que vivió sensata
y prolíficamente cada minuto de su vida;
claro que tuve momentos de alegría.
Pero si pudiera volver atrás trataría
de tener solamente buenos momentos.
Por si no lo saben, de eso está hecha la vida,
sólo de momentos; no te pierdas el ahora.
Yo era uno de esos que nunca
iban a ninguna parte sin un termómetro,
una bolsa de agua caliente,
un paraguas y un paracaídas;
si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano.
Si pudiera volver a vivir
comenzaría a andar descalzo a principios
de la primavera
y seguiría descalzo hasta concluir el otoño.
Daría más vueltas en calesita,
contemplaría más amaneceres,
y jugaría con más niños,
si tuviera otra vez vida por delante.
Pero ya ven, tengo 85 años...
y sé que me estoy muriendo.